Las protestas espontáneas en diferentes barrios de la Capital y otros tantos del Conurbano sorprendieron en la noche del lunes a propios y extraños. El gobierno escuchó sonar las cacerolas en el corazón de su base electoral y la oposición confirmó que el rechazo a la reforma jubilatoria -y tal vez al accionar represivo de las fuerzas de seguridad- era mucho más transversal de l o imaginado. "La estrategia de poner la violencia desde un solo lugar, desde un solo campo, no se logró", puntualizó el sociólogo Esteban Dipaola.  

Investigador y docente, advirtió también que el esquema comunicacional del gobierno sufrió un primer revés serio en la caliente semana por el debate del ajuste jubilatorio.

-La reacción popular frente al debate de la reforma previsional, ¿marca un punto de inflexión en la estrategia comunicacional del gobierno, que descansaba sobre redes sociales y medios hegemónicos afines?

-En su estrategia y formas de comunicación el gobierno parece tener todo asegurado, pero con una estrategia muy falible que hace eje en la interpelación del antikirchnerismo. Cuando se tocan intereses de sectores sociales que ya no se sienten interpelados sólo por esa categoría, puede ocurrir que salgan espontáneamente. Y ese fenómeno, en el uso de las redes sociales, no significa sin organización. Por primera vez desde que es gobierno, Cambiemos fue contrarrestado en su uso de las redes sociales que antes parecía infalible.

-¿Esto le pone un límite al debate sobre qué es verdad o qué es mentira en las redes sociales?

-No sé si podemos decir que se pone un límite, pero sí que entran en disputa los sentidos y eso es lo interesante de lo que ocurrió. Lo que se llama posverdad algunos lo comprenden como un eufemismo de la mentira y yo no lo vería tan así. Lo que hay en la idea de posverdad es esa apelación a los sentimientos y emociones y a la pérdida de la correspondencia con la realidad de lo verdadero: ya no se necesita mostrar el hecho para decir que algo es verdadero sino que un efecto de viralización en redes o cierta apelación emotiva puede hacer que algo sea considerado verdadero. Lo que surgió en los últimos días es que se empiezan a disputar esos sentidos de lo verdadero y se reorganiza el plano de lo que entendemos como lo verdadero.

-¿De todo lo que circuló en estos días en las redes, qué caso se ajusta a este nuevo escenario de disputa?

-En esta oportunidad no se logró poner a la violencia desde un solo lugar, desde un solo campo. Creo que sucedió, en buena medida, por las imágenes que se fueron compartiendo en las redes sociales, imágenes que la propia gente tomaba del accionar de las fuerzas policiales. Las redes sociales se convierten en un foco para definir modelos de representación de la realidad.

-Un caso paradigmático es la imagen del hombre mayor que es apuntado por un efectivo policial, por ejemplo, o la del otro señor al que le tiran gas pimienta y le pegan, cuando estaba parado a un costado de la vereda. Las dos se viralizaron.  

-De hecho en el caso de la imagen del hombre mayor que es apuntado hubo una disputa de sentido muy interesante. Muchos empezaron a decir que no era de Argentina y entonces el autor de la imagen subió la secuencia de fotos –porque tenía diez mas- demostrando que eso había pasado el jueves en Argentina, se veía bien que era la esquina de Solís e Yrigoyen. Ahí fue clave la disputa de sentido: se intentó decir ‘esto no es verdadero’ y hubo que recurrir a las imágenes que mostraban la veracidad.  

-Lo audiovisual logró competir fuertemente con el discurso escrito en estos días. En ese punto, ¿las redes compiten también con la televisión? Porque la TV –salvo excepciones- sostenía la idea de violencia de un solo lado y se anclaba en los piedrazos y la actitud de los manifestantes...

-No sé si llamarlo competencia. Creo que habilita otras formas de arraigar sentidos, de presentarlos. Las redes sociales no son algo ajeno a la vida cotidiana de una persona, si no que son parte de la misma vida. Uno interactúa en sus prácticas cotidianas a partir de las redes, y no sólo porque estamos hipercomunicados mediante mensajes, sino porque en los propios tratos personales los dispositivos están presentes permanentemente. Con la TV, eso no sucede. La televisión muestra una imagen que es ajena al momento real de la persona. Y la red social propone una circulación más dinámica e inmediata y, a veces, con más errores. De todos modos, habría que revisar la distinción redes y medios; un estudio reciente demuestra que el 70% de la información que circula en las redes sociales es producida por los mismos medios hegemónicos.

-¿El macrismo agotó el uso de los trolls y el recurso de la estrategia emotiva?  

-En estos días diferentes sectores sociales empezaron a atender de dónde proviene eso, algo que no pasaba antes. Aparecen cuestionamientos sobre los hechos, y los trolls se quedan con menos herramientas. Creo que la percepción también cambió cuando los funcionarios salieron a exponer con la misma estrategia: "nos desprendemos de la realidad y apelamos emotivamente en el discurso". Eso ahora no está funcionando. La conferencia de Marcos Peña, la de (Mauricio) Macri ayer y el cierre de Mario Negri en la sesión, pidiendo votar sin hacer una defensa del proyecto como jefe del interbloque Cambiemos, son tres situaciones que describen lo que les pasó con esto. No poder apelar a lo de siempre para justificar algo que es muy mal visto por casi toda la gente, que es que le recorten la jubilación a los que menos tienen.

-¿Se puede hablar entonces de un punto de inflexión?

-Hay un aprendizaje en el sentido de que la gente se hizo más consciente de lo que se puede producir con las redes, de cómo se pueden hacer circular sentidos y ponerlos en disputa. Creo que hubo una conciencia de eso. Lo que pasó con la convocatoria a los cacerolazos generó esa conciencia y un punto de vista más crítico, tratando de salir de la inminencia de la circulación.