Buenos Aires, la provincia que concentra el 37% del padrón nacional y aporta el 35% del PBI, el territorio donde se libra la madre de todas las batallas, será gobernada a partir del 10 de diciembre por Axel Kicillof. Según datos oficiales y con el 71,27% de las mesas escrutadas, el postulante del Frente de Todos alcanza el 51,9% de los votos, relegando a la gobernadora María Eugenia Vidal, quien, con el 38,78%, se despide del cargo que pretendía seguir ocupando por otro período.

El diputado nacional y exministro de Hacienda llegó a la elección de este domingo con la tranquilidad del resultado de las PASO, donde logró un triunfo aplastante sobre la estrella fugaz de Cambiemos por 18 puntos. Le sacó 1.698.076 votos de diferencia.

Con la premisa futbolera “equipo que gana no se toca”, el elegido por Cristina Fernández de Kirchner no descansó en la potencia arrasadora que demostró el 11A y, en cambio, siguió apretando el acelerador del Clio que lo llevó por todo el territorio bonaerense. La continuación de una campaña intensa pese a saberse ganador respondió al doble objetivo de poblar las cámaras legislativas con peronistas y empujar a los candidatos sin tierra a desbancar al oficialismo macrista de las intendencias.

En el anochecer de este domingo y cuando la Junta Nacional Electoral aún no había dado a conocer números, los principales referentes de la colación peronista festejaban anticipadamente en el búnker central montado en la Ciudad de Buenos Aires. Hermético y metódico, no se vio a Kicillof en público hasta entrada la noche.

Por propio, el logro del gobernador electo es también de CFK, quien lo eligió mucho tiempo antes y a contrapelo de la intención –de por aquel entonces- de los intendentes, quienes pretendían sentar a uno de ellos en el principal sillón. Ese deseo estuvo contenido con la vicegobernación de la que se hará cargo la jefa comunal de La Matanza, Verónica Magario.

A los propios méritos de Kicillof deberá sumársele el empujón involuntario que le dio el oficialismo con una economía deprimida, dejando un tendal en el sector industrial, con miles de pymes bajando las persianas y empujando la desocupación a niveles récords en el primer cordón del conurbano e importantes ciudades del interior.

Conocedor como pocos de los números, Kicillof tiene poco para festejar. Sabe que le espera remontar la cuesta empinada que le dejará Vidal, con una brutal deuda en dólares parte de la cual la gobernadora intentó reperfilar 48 horas de las generales de este domingo.