El recrudecimiento de las protestas contra el plan de ajuste negociado entre Ecuador y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el agravamiento de los enfrentamientos entre policías y manifestantes obligaron al presidente Lenín Moreno a evacuar el Palacio presidencial y trasladar la sede de gobierno a la ciudad de Guayaquil.

El ingreso de miles de indígenas a la capital ecuatoriana reforzó las protestas y la represión policial, generando un clima de inestabilidad que obligó al presidente a anunciar la evacuación del Palacio de Carondelet y el traslado del gobierno a Guayaquil. Además, se espera para este miércoles una huelga nacional.

La crisis en el país petrolero se desató la semana pasada, cuando Moreno, un exaliado de Rafael Correa pero de quien se distanció apenas asumió el poder,  eliminó los subsidios al gasoil y a las naftas premium. Eso derivó en incrementos de los combustibles de hasta el 120% y del transporte, en 32%, lo que hace temer ahora una disparada de la inflación en un país cuya economía está plenamente dolarizada.

Con esas medidas, Moreno busca reducir el déficit fiscal y evitar la necesidad de seguir tomando deuda para financiarlo.

Desde la costera Guayaquil, Moreno brindó una un discurso a la ciudadanía, trasmitido por radio y televisión, en el que pidió calma y tendió la mano a los grupos sociales, y al mismo tiempo, que señaló a Correa como el artífice de un supuesto "intento de golpe de Estado".

"Lo que ha sucedido no es una manifestación social de protesta frente a una decisión de gobierno. Aquí hay una manifestación política para romper el orden democrático", acusó Moreno antes de apuntarle a sus tradicionales oponentes estos dos últimos años.

"Hay individuos externos pagados y organizados" para utilizar la movilización de los indígenas con fines de saqueo y desestabilización, agregó.

En su mensaje y a modo de mensaje acerca del respaldo de las fuerzas de seguridad a su administración, Moreno se mostró acompañado por el ministro de Defensa Oswaldo Jarrín y por cuatro generales en uniforme de combate, además del vicepresidente Otto Sonneholzner.

Aunque sin mencionarla explícitamente, el mandatario ecuatoriano instó a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) "a un diálogo sincero", "una puerta que nunca se cerró".

La demanda no es casual, ya que el lunes miles de indígenas consiguieron ingresar a la capital ecuatoriana para sumarse a las masivas movilizaciones que suceden desde la semana pasada y que mutaron de una protesta contra de las políticas de ajuste pactadas con el FMI en una crisis institucional y política de magnitud.

La movilización repitió el lunes las imágenes de caos en las estrechas calles del centro histórico de la capital ecuatoriana, que volvieron a convertirse en un campo de batalla con la quema de neumáticos, lanzamiento de piedras y cócteles Molotov y con la destrucción masiva de propiedad pública.

Escenario de los disturbios más fuertes fue la emblemática plaza de Santo Domingo, a unos cientos de metros de la presidencia y de la que la policía debió retirarse ante el insistente avance de los manifestantes.

Durante la movilización indígena hacia Quito se produjeron una ola de saqueos y destrucción, de los que la Conaie se despegó y consideró "ajenos a las razones de la movilización nacional" del miércoles próximo.

Mientras, la situación de caos llevó al gobierno, ahora con sede en Guayaquil, a suspender nuevamente las clases este martes, en tanto que el Ministerio de Energía suspendió las operaciones en tres campos petroleros en la Amazonia.